Asilo politico.
Ayer sufrí una experiencia traumática.
Sin saber como, me vi rodeado por dos afganos y un curdo que me convirtieron en víctima de una de actividades que, por lo que yo sé (en contraposición a lo que dice la tele), es da las más representativas del mudo árabe: la hospitalidad.
Ayer, pasé una de las noches más agradables en esta nueva etapa irlandesa saboreando una deliciosa cena afgana en compañía de miembros (o debería decir personajes) de 5 países distintos: Afganistán, España, Irán, Irlanda y Holanda.
A pesar de la exquisita comida, el buen vino y la mejor conversación, en cualquier reunión que en algo se parezca a la de ayer, siempre quedará un sabor amargo. El sabor del Asilo Político (más bien el Asilo Polipatético) que, tristemente, se podría considerar una de las actividades más representativas del mundo occidental.
No solo blindamos nuestras fronteras a los inmigrantes, si no que las puertas que dejamos abiertas (para no mearnos en los derechos humanos desde el trampolín) se convierten en un laberinto burocrático en la que los solicitantes de asilo muren de sed. Sed de trabajo, sed de reconocimiento, sed de libertad. Mueren de sed en un mar de opulencia.
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